apunta la flecha y miramos hacia algo que se encuentra en la zona señalada por ella, comparecerá verdaderamente el signo. El signo se vuelve hacia la circunspección y acompaña al trato con las cosas, y esto de tal manera que cuando la circunspección sigue sus indicaciones, al ir junto con él, pone el correspondiente entorno del mundo circundante en una “visión panorámica” explícita. Este ver panorámico circunspectivo no aprehende el ente a la mano; simplemente recibe una orientación dentro del mundo circundante. Otra posibilidad de experimentar este útil consiste en que la flecha comparezca como algo que forma parte del coche, y en tal caso, el carácter específico de la flecha no necesita ser descubierto; lo que la flecha señale y cómo lo haga, puede quedar enteramente indeterminado, sin que por ello lo que comparece se convierta en una pura y simple cosa. La experiencia de las cosas exige su propia determinación frente al inmediato hallazgo de una multiplicidad en muchos sentidos indeterminada de útiles.

Los signos de la especie descrita permiten el encuentro con entes a la mano o, más exactamente, hacen que un complejo de ellos se vuelva de tal manera accesible, que el trato de la ocupación pueda darse y asegurarse una orientación. El (80) signo no es una cosa que esté en esa relación que es el señalar hacia otra cosa, sino que es un útil que lleva a circunspección explícita un todo de útiles, de tal manera que, junto con ello, se acusa la mundicidad de lo a la mano. En el indicio y el presagio “se muestra” “algo que está por ocurrir”, pero no en el sentido de una cosa que sólo se hará presente sobreviniéndole a lo que ya está‐ahí; lo “que está por ocurrir” es aquello para lo que nos preparamos o para lo que “no estábamos preparados” porque nos ocupábamos con otra cosa. En el vestigio o traza se hace accesible a la circunspección lo ocurrido, lo que ya ha tenido lugar. La marca indica “a qué atenerse”. Los signos muestran siempre primariamente aquello “en lo que” se vive, aquello en lo que la ocupación se mueve, qué es lo que pasaxcii.

El peculiar carácter pragmático de los signos resulta especialmente claro en la “institución de signos”. Ésta se produce en y por una previsión circunspectiva que necesita tener a mano la posibilidad de hacer que en todo momento el respectivo mundo circundante se anuncie a la circunspección por medio de un ente a la mano. Ahora bien, el ser de lo inmediatamente a la mano dentro del mundo tiene ese carácter ya descrito que es el contenerse y no destacarse. Y de ahí que el trato que se mueve circunspectivamente en el mundo circundante necesite de un útil a la mano que, en su carácter de útil, asuma la “obra” de hacer que lo a la mano llame la atención. Por eso la producción de tales útiles (de los signos) debe fijarse en su capacidad para llamar la atención. Pero, aun cuando ellos sean llamativos en este sentido, no se los deja estar‐ahí en cualquier forma, sino que se los “coloca” de una manera determinada con vistas a un fácil acceso.

Pero el establecimiento de signos no necesita llevarse a cabo forzosamente como una producción de útiles que no estaban aún a la mano. Los signos pueden


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Martin Heidegger (GA 2) Ser y Tiempo (Jorge Eduardo Rivera C)